jueves, 28 de mayo de 2009

Lee en mí



No te vayas
vuelve a mi lado,
tu mano en la mía,
porque ya no queda
quien se acuerde
del miedo que me da
cualquier cosa
que cualquiera invente
para darme miedo.

Son tantas veces
las que vuelvo a ser niña
y nadie se da cuenta
ni sabe leer en mis ojos,
tan bien como tú leías,
sin que te hiciera falta
la luz
el papel
la tinta
o las letras,
sino todo tu amor, 
para saber toda mi vida.

28 de mayo 2009

domingo, 10 de mayo de 2009

Los detectives salvajes

Ahí están:
El primero empezando por la izquierda Mario Santiago Papasquiaro es Ulises Lima, el "poeta total"  infrarealista amigo de Arturo Belano, Roberto Bolaño, que es el tercero en la imagen. Todos ellos son amigos y personajes de Los detectives salvajes.
Da ternura mirar la foto...y sobrecoge también.

viernes, 1 de mayo de 2009

Madre

Mi madre tenía algunas características verdaderamente únicas y especiales que la hacían irrepetible. De joven se parecía a Barbara Stanwyck, pero en morena y más guapa, para mi gusto, además no arrastraba a los hombres a la perdición, aunque siempre tuvo un puntito de malvada de película.
El primero de los rasgos que la caracterizaban era su manía de contar chistes en las reuniones más concurridas, no podían ser ni verdes, ni crueles, ni anticlericales. El problema es que Madre, aunque criada en Andalucía, no era andaluza por mucho que ella lo creyera y solía empezar los chistes por el final, estropeándolos por  completo. Ante esa anomalía uno debe abstenerse siempre de contar la menor anécdota (yo, por ejemplo he heredado eso y jamás cuento un chiste, incluso si estoy borracha), pero ella era inasequible al desaliento y llegó un momento en que todos estábamos deseando que los contara para comprobar cómo se cumplía su torpeza... y ésa terminó por constituir su gracia.
El segundo rasgo también resultaba muy divertido: lloraba siempre que hablaba en público (si no se trataba de contar chistes). Si el tema era relacionado con Dios, lloraba nada más levantarse del asiento, pero si el tema era por ejemplo "la cría de la perdíz roja", también lloraba porque, en algún momento de su disertación, se establecía una sinapsis neuronal en su cerebro que unía a la perdiz roja con los planes de Dios y puede que a la tercera frase su pensamiento se cortara y un manatial irreprimible de lágrimas surgiera de sus ojos dejando al auditorio con un nudo en la garganta, aplaudiendo a raudales a una señora que ya no volvería a abrir la boca. Mi padre, que sí tenía el don de la palabra, llevaba muy mal esta "cualidad" de mi madre que emocionaba a la gente a la tercera (y última) frase, cuando él tenía que prepararse duramente sus discursos para hacer entrar en calor al público. 
Nosostros, en casa, cruzábamos apuestas a ver cuántas palabras era capaz de decir sin llorar, porque el caso es que Madre se empeñaba en darnos discursos en casi todos los eventos familiares, que siempre eran multitudinarios, y como la que guisaba (y lo hacía muy bien) era ella, allí aguantábamos. Afortunadamente los monólogos versaban sobre Dios y su amor, así que duraban poco.
Yo, que me he jactado toda mi vida de parecerme a mi padre en el don de la palabra, con los años estoy cada vez más llorona, y ya tampoco se me ocurre dar discursos sobre nada de nada, en ningún contexto y bajo ningún concepto, por aquello de la sinapsis.
El tercer rasgo que caracterizaba a mi madre era el amor y la protección por todo lo que tiene vida. Una vez criados sus diez hijos, fueron pasando por su casa numerosísimos animales, plantas y nietos. Yo la veía hacer, atender y mimar con la sensación de presenciar algo destinado a la extinción, pensando: "esto nunca más se hará así de bien".
Allí en su casa acababan lustrosos los pollitos asténicos de las ferias; los pulgosos gatos callejeros; los perros desobedientes; los apestosos patos , tan encantadores cuando chiquitos y luego tan feos una vez han crecido; los canarios que no crían, criaban con ella; y el famoso galápago, que era una tortuguita pequeñita, tan mona que cabía en una pecera diminuta, pero que creció y olía mal y alguien fue contando que transmitía no se qué enfermedad. Acabó en el jardín de la casa de mis padres.
Y se perdió en él durante una semana en la que todos lo dieron por muerto. Pero una mañana cuando Madre iba para la cocina lo vio en medio del jardín y lo llamó, con su voz de hablar, durante sesenta años, a los niños, a los perros y a todos los bichos vivientes de la naturaleza, y mi madre no sabría contar chistes, ni hablar en público, pero vive dios que se había pasado toda su vida comunicándose con los niños y los animalitos de dios. Así que el galápago volvió su aburrida cabeza hacia ella y comenzó a andar en su dirección. Madre le preparó un barreño de agua limpia para que se bañara y un cuenco con hojas frescas de lechuga y jugosos gajos de tomates rojos, muy limpios, como para una persona con poco apetito. Algunas noches, si lo encontraba cerca, le hacía una tortilla francesa.
Cada mañana ambos habían establecido un protocolo de acercamiento. Madre hacía ruído con las zapatillas al principio del pasillo y el galápago echaba a correr, desde las puntas de sus uñas, arrastrando a toda velocidad su caparazón donde estuviera, para llegar a tiempo a la puerta del jardín. Allí le hablaba un rato mientras le limpiaba el barreño y le cambiaba el agua y, después del baño, el desayuno lo hacían juntos.
Hasta que un mal día alguien le dio la noticia de que el galápago era una especie protegida y en extinción, que había que devolver a su hábitat porque además estaba el asunto de la multa. No tanto por la amenaza como porque le habían tocado su fibra cívica, llamó al AMA (Agencia del Medio Ambiente), le pusieron con el técnico de turno que de forma aburrida y mecánica le informó de lo que podía hacer: "Muy fácil señora, los galápagos son quelonios de agua dulce, así que lo devuelve usted a ese ecosistema, da igual el que sea, lo lleva usted al que tenga más cerca de su casa, si es el Guadaira (río infecto donde los haya), o si es una charca en medio del campo, que él ya sabe lo que tiene que hacer, que la Naturaleza es sabia".
Mi madre no lloraba precisamente cuando se enfadaba y en ese momento estaba indignada: "Me está usted diciendo que a ese galápago, que viene cada mañana a saludarme, corriendo tanto como puede el pobrecito, al que le cambio el agua del baño cada día, al que le doy lechuga y tomate fresco por las mañanas y tortilla francesa por las noches, a ese galápago ¿quiere usted que lo tire yo a cualquier charca? ¿como si yo no tuviera corazón?" La voz de mi madre podía ser temible cuando se enfadaba, por eso al otro lado del teléfono se hizo un silencio largo. El hombre por fin suspiró y le dijo: "Mire usted señora, yo negaré lo que le voy a decir pero, quédese con el galápago, mejor que con usted no va a estar con nadie".

Yo, con los años, espero heredar también este tercer rasgo.

viernes, 24 de abril de 2009

Ven



Ven,
a encenderme la piel con tu saliva,
a retorcerme el amor en la cintura.
Lléname de olores los silencios
y mánchame de luz la boca fría.

Tu pie sobre el mío
compone un soneto de
amor en el invierno.

jueves, 23 de abril de 2009

Mejor aprender a leer que aprender a morir



Mejor aprender a leer que aprender a morir


Mucho mejor
y más importante
La alfabetización
Que el arduo aprendizaje
De la muerte
Aquella te acompañará toda la vida
E incluso te proporcionará
Alegrías
Y una o dos desgracias ciertas
Aprender a morir
En cambio
Aprender a mirar cara a cara
a la Pelona
Sólo te servirá durante un rato
El breve instante
De verdad y asco
Y después nunca más

Epílogo y Moraleja: Morir es más importante que leer, pero dura mucho menos. Podríase objetar que vivir es morir cada día. O que leer es aprender a morir, oblicuamente. Para finalizar, y como en tantas cosas, el ejemplo sigue siendo Stevenson. Leer es aprender a morir, pero también es aprender a ser feliz, a ser valiente.

Roberto Bolaño
"La Universidad desconocida"



Roberto Bolaño supo hacer las dos cosas.

jueves, 16 de abril de 2009

No nos tocamos



Llevamos años
envolviendo nuestras palabras
en láminas de plástico.
No nos tocamos.
No se rompe la suave red
que nos envuelve,
ni cuando discutimos.
Por alto que me hables,
por muy fuerte que pronuncies mi nombre,
todo me llega amortiguado,
no traspasa el velo,
que se ha hecho más grueso con el tiempo.

Un día decides mandarme un trozo de carne palpitante,
encerrada en papel de estaño.
Y yo te contesto con una tartera
de sensualidad congelada.

martes, 14 de abril de 2009

Lecturas, chistes y sueños



Creo que fue en "La vida exagerada de Martín Romaña" de Bryce Echenique, que era muy amigo del hondureño y lo describe en el París de los años 60, o más tarde con las "Cartas a un joven novelista" de Vargas Llosa, cuando leí por primera vez el que se consideraba el relato más breve de la literatura:

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"

de Augusto Monterroso. No estoy segura de si el Briceño contaba el cuentito o se perdía en alguna anécdota de borrachera y farra. Pero sí puedo afirmar que en el libro del peruano hay un análisis prolijo de esas dos oraciones desde una perspectiva literaria que ya no puedo recordar, pero que profundizará mejor que yo seguro. Vargas Llosa es un extraordinario lector y crítico.

Traigo aquí el asunto porque hace poco un amigo, que asiste a un taller literario presencial, me mandó su versión sobre este relato y era muy gráfica, casi cinematográfica: breve, sensual, con final negro, es decir, asesinato inesperado. Me gustó, aunque no tiene nada que ver con la idea que se enquistó en mi cabeza la primera vez que leí el cuento de Monterroso y que me condiciona absolutamente.

Tiene que ver con un chiste que me contaron siendo niña y que no me hacía ninguna gracia, más bien me causaba estupor, quizá porque soy muy crédula. Un hombre acudía semanalmente a la consulta de un siquiatra porque vivía obsesionado con el cocodrilo que veía bajo su cama. A pesar de la terapia, su estado no mejoraba; durante un mes no apareció por la consulta, alarmado, el médico llamó a su casa. Preguntó por el paciente y le respondieron que falleció; el médico después de dar el pésame se interesó por la causa de la muerte y le contestaron que se lo comió un cocodrilo.

El cuento de Monterroso para mí guarda semejanza con este diabólico chiste: los sueños, las pesadillas, pueden hacerse realidad, pueden estar ahí, todavía, aun después de haber despertado. La vida puede ser igual a la ficción que siempre hemos temido, todo lo terrible puede suceder, aparecer ante nuestros ojos con absoluta naturalidad.


domingo, 12 de abril de 2009

Elementos de derrubio



En ocasiones busco en mis viejos cuadernos cosas que me puedan servir, reutilizables, como quien entra en un desván esperando encontrar tesoros olvidados.
Y suele ocurrir que cuando se entra en un cuarto de trastos viejos el tiempo se detiene y se nos hace de noche sin darnos cuenta, sorprendidos, mirando objetos raros que nos transportan a tiempos remotos.
Mis viejos cuadernos son edificios derribados, baúles polvorientos, vertederos de palabras huecas, conocidas, sobadas, cementerios secos.
Ésa ya no soy yo.
Y no sé si sonreir.
Las palabras que busco no están en el repertorio de ayer. Hoy me toma mucho tiempo encontrarlas, porque las visualizo en un paisaje complejo, quizá más amplio, y sé que existe un nombre pero no siempre el nombre viene a mi mente a la primera, a veces tengo que leer mucho para que aparezca.
Mi escritura se ha hecho muy lenta, destilada al ritmo de un pensamiento más articulado, detenido, que necesita un soporte sólido, que no siempre encuentro.
Por eso escribo poco.



miércoles, 1 de abril de 2009

María


María es una cometa al viento,
cabalgando emociones.

María es nostalgia de amor y mar,
telescopio de sueños,
microscopio de almas.

Maria, me oye en la distancia
sin que abra mi boca.
No siempre me entiende,
a veces porque le faltan años,
otras porque le sobran.

María es un mar desconocido,
pero navegable.

(1 de abril 2009)

jueves, 26 de marzo de 2009

Tiempos



Hay una dulzura que yo creo procede únicamente de las derrotas, de todas las que fuí acumulando en la vida. Hay una palabra, muy bonita, para explicar esa especie de actitud de "tentetieso" ante las calamidades: Resiliencia, que se define como la capacidad para proyectarse hacia el futuro a pesar de vivir acontecimientos desestabilizadores.
Vive dios que soy testaruda y rencorosa; que me jode equivocarme y me equivoco; que por suspicaz ganaba tres cátedras en concurso de méritos; que me he vuelto misántropa con elpaso del tiempo; que confío en tan pocas personas que sólo un par de manos me bastan; que las cosas importantes ya no me las cuento ni a mí misma.
Esa persona dura, enrocada, callada, distante y en su mundo ha comido jaulas, puntillas, óxido, niebla, muerte, lágrimas, hospitales, mentiras, traiciones, abusos, palabras huecas, promesas negras, pasiones frías, radiografías manchadas, goteros inacabables, morfinas terminales, palabras de adios, jaques mates, golpes de gracia, rechiflas generales, y otras exquisitas "gourmandiseries" que nos depara la vida en mayor o menor abundancia.

La voluntad de dejar de lado a mi gemela oscura, es la que me permite rebalsar una extraña dulzura nacida de la derrota, que en definitiva es mi única victoria.

lunes, 23 de marzo de 2009

Doñana



Laberinto de huellas 

En la arena las huellas del gato rodeando las del conejo, 
trazando con fina uña un poema de caza.
El lagarto pinta arabescos sobre la espalda velluda de la duna,
incidiendo con la cuña de su cintura,
el látigo de su cola, los breves deditos de sus manos frías.
Pero la mejor caligrafía es la del anciano escarabajo,
viejo señor de Tartessos, aprendiz de sus hermanos de Oriente,
entre el enebro de las marismas y los cedros del Líbano.

12- 4- 2006

sábado, 21 de marzo de 2009

Sábado Literario

Katsushika Hokusai
Vista del Monte Fuji

Me uno a esta iniciativa del Sábado literario, con la esperanza de que Mercedes nos dé la buena noticia de que también lo hace.

Yo creo que las buenas noticias no salen en prensa, ni en los medios, porque "no venden", pero puedo dar testimonio de que se producen cada día...y muchas veces al día. Sólo hay que reconocerlas.
He visto amanecer esta primera mañana de primavera, cuando la luna aún pendía del cielo, ahí mismo, frente a mi casa, con familiaridad y descaro, como si ella también quisiera apoderarse de la mañana. Y me acordé de Sei Shônagon. Pensé que no había mejor desayuno que sus palabras, y las fuí masticando despacio con un té, mientras el sol, blanco de sueño, se despertaba por levante:

"En primavera, el amanecer. Cuando al insinuarse la luz sobre las colinas, los contornos se tiñen de un pálido rojo y pupúreos jirones de nubes brotan sobre las cimas"

Esta mañana amaneció, otra vez, el milagro de la primavera.

martes, 17 de marzo de 2009

Toilette de Sábado


Mujer peinandose, 1920
Hashiguchi Goyo 

Hoy me arreglé para tí, amor mío,
doré al sol mis mejores frases
que soltaré rodando, dulcemente,
sobre tu página en blanco.

Recorté las puntas de mis reproches
para que no hieran tus labios
cuando me susurres, sobre la nuca,
nuestros pronombres.

Lavé los sustantivos y se secaron
al calor de las sucias frases que guardé,
nuestra última noche, en el recuerdo;
algunas se rizaron, mimosas, 
como zarcillos contra los adjetivos 
de tu boca.

Esmalté de rojo vivo los verbos
que compartimos: tocar
sentir, morder, lamer, juntar...
y se estiraron sensuales bajo el pincel,
ganando proporción y ritmo a cada capa.

Depilé mis erres, que no te raspen 
al recibirte, y vertí aceite, almizcle y espuma 
sobre la piel erizada de mis conjunciones.

Mientras llegas ansío nerviosa este presente; 
sabiendo que el futuro es un dramático imperfecto.
Y que sólo es posible la excelencia en la nostalgia blanda del pasado.

25- 5- 2006

viernes, 13 de marzo de 2009

Una cuentista


Foto de Alberto Díaz Korda

Mi abuela tenía una fe inquebrantable en mi capacidad para contar historias, ella me había visto a los tres años inventar cada mañana una fábula para mi abuelo, porque era el peaje que me pedía para ver cómo le daba de comer a los gorriones.
Cada noche yo rezaba a un dios tutelar de los cuentos que me mandara sueños bonitos y así tener algo que relatar a la hora del desayuno en la galería.  Y por la mañana la vida me sonreía : los bosques tenían árboles parlantes que nunca asustaban a las niñas, y los lobos eran animales dóciles cuya dieta básica consistía en regalices y merengues  que llevaban en abundancia, siempre dispuestos a compartirlos con las gentiles criaturitas que lo solicitaran.
Para mi vergüenza no siempre fuí fiel a mi verdadera vocación. La culpa la tuvo una muñeca regordeta de pelo corto y rizado, primera y única que me dejaron los Reyes, que despertó en mí un deseo impuro de convertirme en peluquera. De la cesta de costura hurté unas tijeras, las más pequeñas; y distraje el bolígrafo de hacer crucigramas que se había quedado sobre el periódico abierto, abandonado, a merced de las descuideras. 
Tras lavar la cabeza de aquella gordinflona y pedirle que se sentara en el sillón, me dispuse a cortarle el pelo sin miramientos, porque me pareció percibir una pandilla de desaforados piojos entre los matojillos ralos que se ordenaban circularmente en torno a la coronilla. Tuve que igualarla a conciencia, probando con ello que esta nueva inclinación mía hacia el mundo de la estética iba muy en serio. El resultado final fue la masculinización definitiva, irreversible, de la muñeca. Por eso era necesario utilizar el bolígrafo de los crucigramas. Para rematar la imagen del  nuevo cliente necestitaba unas gafas, como las de mi abuelo, y me dije que no le sentaría nada mal un bigotillo, también como el de mi abuelo, que pasé inmediatamente a pintar. No estaba demasiado contenta con el tono azul del bolígrafo, pero una niña de tres años, y en aquellos tiempos, no disponía de muchos artículos de escritorio.
Entusiasmada como estaba con mi recién estrenada profesión, no me había percatado de que en la casa había mucha gente que podía informar de mis espurias actividades al público entregado que cada mañana escuchaba atentamente mis cuentos. Enseguida fuí llamada a la galería e interrogada sobre mis actividades.
Con gran disgusto devolví las tijeras, el bolígrafó y mostré el cambio de sexo llevado a cabo en la muñeca gorda. No sirvieron de eximente las explicaciones sobre la farra que los piojos se daban en la coronilla de plástico del juguete, ni que las gafas eran del todo imprescindibles o que el bigote hacía juego con ellas.
Me indujeron a prometer que desistiría de mi vocación de peluquera para siempre y que volvería al buen camino de contar mis sueños cada mañana a la hora del desayuno.
Creo que desde entonces fuí reacia a peinarme y más tarde las monjas me pegaron por tener enredos en la nuca..pero eso es otra historia.

lunes, 9 de marzo de 2009

Premio Palabras como Rosas

Rosas y Palabras es una preciosa asociación, aunque tuvieran espinas. No conozco apenas las bitácoras del Desván porque acabo de comenzar, pero dar un premio es una oportunidad feliz de comenzar a explorarlas. La selección es de cinco, aunque podría premiarlas todas, porque motivos no faltan:


Me gusta porque me identifico en algunas cosas con Felisa. 


Preciosa la ternura de Maat, su serenidad.


La prosa reflexiva y positiva de Ave Mundi Luminar


Llena de matices poéticos la prosa de Lola


Brilla Raúl Gay por su espíritu crítico, su capacidad de análisis

Gracias a todos por vuestra amabilidad. Y a Ramón por el premio.

sábado, 7 de marzo de 2009

Juegos

De la casilla de salida
saco un pie,
avanzo unos centímetros,
¡soy valiente!
A cara descubierta, sin protección
camino.
Fascinada contemplo mi osadía,
mi loca carrera.
Alguien me adelanta fugaz,
me tambaleo.
Vuelvo a colocar un pie
detrás del otro.
Miro hacia delante
compruebo, feliz, el camino que me queda.

Detrás
hay una multitud,
hambrienta, ansiosa,
herida, lastimada,
que grita fuerte
agitando su impaciencia enorme
descomunal, gigante,
mucho más que la mía.
Pasión atávica,
deseo ancestral
la conduce.
Huyo, me repliego,
busco dónde esconderme.
¿no hay salida?
He caído. Del laberinto al treinta.

21- 10-2005