viernes, 1 de mayo de 2009

Madre

Mi madre tenía algunas características verdaderamente únicas y especiales que la hacían irrepetible. De joven se parecía a Barbara Stanwyck, pero en morena y más guapa, para mi gusto, además no arrastraba a los hombres a la perdición, aunque siempre tuvo un puntito de malvada de película.
El primero de los rasgos que la caracterizaban era su manía de contar chistes en las reuniones más concurridas, no podían ser ni verdes, ni crueles, ni anticlericales. El problema es que Madre, aunque criada en Andalucía, no era andaluza por mucho que ella lo creyera y solía empezar los chistes por el final, estropeándolos por  completo. Ante esa anomalía uno debe abstenerse siempre de contar la menor anécdota (yo, por ejemplo he heredado eso y jamás cuento un chiste, incluso si estoy borracha), pero ella era inasequible al desaliento y llegó un momento en que todos estábamos deseando que los contara para comprobar cómo se cumplía su torpeza... y ésa terminó por constituir su gracia.
El segundo rasgo también resultaba muy divertido: lloraba siempre que hablaba en público (si no se trataba de contar chistes). Si el tema era relacionado con Dios, lloraba nada más levantarse del asiento, pero si el tema era por ejemplo "la cría de la perdíz roja", también lloraba porque, en algún momento de su disertación, se establecía una sinapsis neuronal en su cerebro que unía a la perdiz roja con los planes de Dios y puede que a la tercera frase su pensamiento se cortara y un manatial irreprimible de lágrimas surgiera de sus ojos dejando al auditorio con un nudo en la garganta, aplaudiendo a raudales a una señora que ya no volvería a abrir la boca. Mi padre, que sí tenía el don de la palabra, llevaba muy mal esta "cualidad" de mi madre que emocionaba a la gente a la tercera (y última) frase, cuando él tenía que prepararse duramente sus discursos para hacer entrar en calor al público. 
Nosostros, en casa, cruzábamos apuestas a ver cuántas palabras era capaz de decir sin llorar, porque el caso es que Madre se empeñaba en darnos discursos en casi todos los eventos familiares, que siempre eran multitudinarios, y como la que guisaba (y lo hacía muy bien) era ella, allí aguantábamos. Afortunadamente los monólogos versaban sobre Dios y su amor, así que duraban poco.
Yo, que me he jactado toda mi vida de parecerme a mi padre en el don de la palabra, con los años estoy cada vez más llorona, y ya tampoco se me ocurre dar discursos sobre nada de nada, en ningún contexto y bajo ningún concepto, por aquello de la sinapsis.
El tercer rasgo que caracterizaba a mi madre era el amor y la protección por todo lo que tiene vida. Una vez criados sus diez hijos, fueron pasando por su casa numerosísimos animales, plantas y nietos. Yo la veía hacer, atender y mimar con la sensación de presenciar algo destinado a la extinción, pensando: "esto nunca más se hará así de bien".
Allí en su casa acababan lustrosos los pollitos asténicos de las ferias; los pulgosos gatos callejeros; los perros desobedientes; los apestosos patos , tan encantadores cuando chiquitos y luego tan feos una vez han crecido; los canarios que no crían, criaban con ella; y el famoso galápago, que era una tortuguita pequeñita, tan mona que cabía en una pecera diminuta, pero que creció y olía mal y alguien fue contando que transmitía no se qué enfermedad. Acabó en el jardín de la casa de mis padres.
Y se perdió en él durante una semana en la que todos lo dieron por muerto. Pero una mañana cuando Madre iba para la cocina lo vio en medio del jardín y lo llamó, con su voz de hablar, durante sesenta años, a los niños, a los perros y a todos los bichos vivientes de la naturaleza, y mi madre no sabría contar chistes, ni hablar en público, pero vive dios que se había pasado toda su vida comunicándose con los niños y los animalitos de dios. Así que el galápago volvió su aburrida cabeza hacia ella y comenzó a andar en su dirección. Madre le preparó un barreño de agua limpia para que se bañara y un cuenco con hojas frescas de lechuga y jugosos gajos de tomates rojos, muy limpios, como para una persona con poco apetito. Algunas noches, si lo encontraba cerca, le hacía una tortilla francesa.
Cada mañana ambos habían establecido un protocolo de acercamiento. Madre hacía ruído con las zapatillas al principio del pasillo y el galápago echaba a correr, desde las puntas de sus uñas, arrastrando a toda velocidad su caparazón donde estuviera, para llegar a tiempo a la puerta del jardín. Allí le hablaba un rato mientras le limpiaba el barreño y le cambiaba el agua y, después del baño, el desayuno lo hacían juntos.
Hasta que un mal día alguien le dio la noticia de que el galápago era una especie protegida y en extinción, que había que devolver a su hábitat porque además estaba el asunto de la multa. No tanto por la amenaza como porque le habían tocado su fibra cívica, llamó al AMA (Agencia del Medio Ambiente), le pusieron con el técnico de turno que de forma aburrida y mecánica le informó de lo que podía hacer: "Muy fácil señora, los galápagos son quelonios de agua dulce, así que lo devuelve usted a ese ecosistema, da igual el que sea, lo lleva usted al que tenga más cerca de su casa, si es el Guadaira (río infecto donde los haya), o si es una charca en medio del campo, que él ya sabe lo que tiene que hacer, que la Naturaleza es sabia".
Mi madre no lloraba precisamente cuando se enfadaba y en ese momento estaba indignada: "Me está usted diciendo que a ese galápago, que viene cada mañana a saludarme, corriendo tanto como puede el pobrecito, al que le cambio el agua del baño cada día, al que le doy lechuga y tomate fresco por las mañanas y tortilla francesa por las noches, a ese galápago ¿quiere usted que lo tire yo a cualquier charca? ¿como si yo no tuviera corazón?" La voz de mi madre podía ser temible cuando se enfadaba, por eso al otro lado del teléfono se hizo un silencio largo. El hombre por fin suspiró y le dijo: "Mire usted señora, yo negaré lo que le voy a decir pero, quédese con el galápago, mejor que con usted no va a estar con nadie".

Yo, con los años, espero heredar también este tercer rasgo.

23 comentarios:

  1. Luz. Me ha parecido un relato "con mucho caracter". Me ha encantado tu forma de escribir y describir las situaciones. Y ¿Sabes qué? El mundo está necesitado de personas como ella, que acojan a todo bicho viviente, y que incluso comiencen los chistes por detrás. Es bueno ser original, y desvelar desenlaces...
    Un abrazo

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  2. Hola Luz. Veo que hemos tenido la misma idea y hasta el mismo título. Qué mejor inspiración que una madres, ¿no?
    Me gusta tu relato, y me gusta la madre fuerte, con carácter, pero tierna a la vez que describes en él.

    Un besote

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  3. Yo a la mía la tengo muy lejos, espero poder verla pronto.
    Me ha gustado esa dedicatoria.
    Abrazote

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  4. Me ha parecido un merecido homenaje hacia tú madre.Ojalá hubiera muchas personas igual a ella.
    Un saludo.

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  5. Hola Luz, varias cosas: tu mamá era muy linda realmente según la foto que ilustra esta entrada.
    Diez hijos? Guau! Cuanto habrá trabajado durante su vida! Me imagino que cocinar nada mas para tanta gente debe ser todo un desafío.
    Me hizo mucha gracia el tema de los chistes que contaba empezando por el final, estarían todos esperando ese momento jajajaja!
    Y la historia de la tortuga es muy tierna, se vé que ella tenía un don especial porque no hay bicho mas tonto que una tortuga, sin embargo esta era diferente gracias a tu madre creo.
    Hermosa historia, son recuerdos que uno lleva para siempre en el corazón.
    un beso querida amiga

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  6. Hola Luz: Conforme van pasando los años, el recuerdo de las madres se engrandece. Por lo menos a mi me ocurre. Siempre seguimos unidas a ellas, a pesar de las distancias y, sobre todo, cuando han partido. Los lazos que nos unen son fuertes y para siempre.

    Un abrazo.

    Maat

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  7. pues seguro que si heredaste las otras dos cualidades, puedes esperar la tercera porque seguro se manifiesta pronto. Me gusta la determinacion de tu madre si señor, cualquiera le decia que tenia que deja el animalito en cualquier rio sucio... muy bien echandole narices ... un buen homenaje a tu progenitora

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  8. ¡Ay lo que me reído! En cierta forma, tu madre es una gran madre, por lo menos tiene tintes parecidos a los de la mía... pero aparte de eso... ¡Lo que me he reído!!!! ay dios, cuando has contado lo de los chistes... vale, lo de llorar en público... vale... pero con el galápago... me he dicho "juanma, agarra bien este portátil porque viene lo bueno" jajaaa, me ha encantado que le hiciera tortilla francesa al galápago, mañana, quizás, contaré yo cosas sobre mi madre, ay, de verdad... ¿por qué las madres tendrán esa manía de la tortilla francesa"? Y qué razón tenía el AMA, ¿dónde iba a estar mejor? jajaa. De verdad, me ha encantado leer estas líneas,
    Un beso,
    Juanma

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  9. Me conmovió tu relato, yo que soy llorona, me despache con gusto, también al principio sonreí, pero ese sentimiento de tu madre, fue conmovedor. Un beso.

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  10. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  11. Esto que nos dices, de quien cuenta un chiste màs lo ha empezado por su final, me ha parecido curiosìsimos.
    Que los galàpagos huelen mal, quizà serà porque se arratran. Pero que les gusta la tortilla a la francesa.... sabìa que a los perros sì, y que esto no les sienta bien.
    He leìdo esto, desde su principio hasta su final, y, francamente, me lo he pasado muy bien.
    Un saludo,
    Tèsalo.

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  12. Pues quería hacer reír, porque ella reía mucho cuando nos metíamos con ella por sus "características" que las tomaba con gran sentido del humor.
    Pero yo misma, si lo releo se me escapa una lagrimilla porque...bueno por aquello de la sinapsis y la herencia genética, y porque la hecho de menos irremediablemente, pero qué le vamos a hacer, la vida es como es, y hay que recordar a mi madre al teléfono peleándose con el técnico del AMA, que a saber lo que contaría en su oficina de la señora que le daba tortilla francesa, o huevo pasado por agua, al galápago.

    Tésalo lo galápagos que huelen mal es porque sus dueños no le cambian el agua del barreño. No es raro que una tortuga como huevos, entra dentro de su dieta, lo extraño es el gourmetismo de tomarla hecha en ommelette, o pasada por agua 3 minutos.

    Juanma, tienes que escribir de tu madre, que me pega que también sea de carácter.

    Carmina, ojalá, pero mi madre me lleva 10 a 2, hijos...no sé yo, es mucha diferencia.

    Maat, yo creo que es la relación más biológica y más resistente de todas. Tiene sus cosas, pero es única.

    Any, lo más divertido, en serio, es que se pusiera a hablar de Dios, ante un auditorio de hijos/hijas casi por completo ateo, y encima, a la tercera palabra comenzara a llorar...era divertido y tierno a partes iguales.

    Balamgo, muchas gracias, aunque si te soy sincera no creo que la humanidad pudiera resistir muchas personas como mi madre...por distintos motivos, creo.

    Mimi, qué bien que la tienes¡¡¡ Un abrazo

    Susana, así, como dices, era ella. Un beso.

    Celia, ya ves, aquí estoy, reclamando señales, y empiezo por mi madre, que como dices era de armas tomar.

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  13. fe de erratas: echo de menos
    :D

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  14. Por esos recuerdos plasmados en tus letras van mis aplausos.

    Te felicito.

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  15. Y que guapas eran todas. Me encantan esas fotos en blanco y negro.

    Has hecho un lindo homenaje a la mujer que te dio la vida. El pasaje de la tortuga es tan tierno!! me ha encantado tu madre, Luz.

    Un abrazo

    perdona el retraso, me despisté contigo

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  16. Luz,
    Nos han contado unas anecdotas muy divertidas de tu madre, y de una forma tan sencilla y tan normal que pareciamos estar viendola.
    De jovenes algunas somos muy diferentes a nuestras madres, y no la queremos como modelo, pero la realidad es que, conforme nos hacemos mayores empezamos a comprenderlas mejor, y con el tiempo nos parecemos cada vez más.
    Ya lo verás.
    Un besito

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  17. Jejej...muy buena entrada!...y casi me imaginé ver a tu madre e esas reuniones "matando" los chistes al contarles el final desde el vamos o llorando por las perdices! ejeje


    Un saludo en este sábado de bus compartido!

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  18. Eso si que es una madre. Me hubiera gustado estar en alguna de esas reuniones y disfrutar de sus chistes.
    Muy bonito
    Un abrazo

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  19. Qué genial era tu Madre y que bien lo has escrito... Felicidadesssss

    Me ha encantado esta parada. Graciasss

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  20. genial luz... me encanta lo de los diez hermanos y los animales. Mi madre tuvo siete hijos y tuvimos hasta a un borreguito con nosotros en esa casa andaluza donde vivíamos... me ha encantado

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  21. Entrañable homenaje, Luz, me has emocionado; me recuerda tantas cosas. Hasta los gatos acaban comiendo pipas y gajos de naranja si es una madre quien se los da.

    Precioso

    Bikiños muy dulces

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  22. Cuando éramos jóvenes (mis amigos y yo, aclaro) siempre teníamos en mente que si queríamos prever cómo iba a ser una mujer nos fijábamos en la madre, entonces, si fuéramos tus "espectadores" tendrías GRANDES ventajas

    Un abrazo porque me suenas tan... familiar

    Me gustó leerte

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  23. Entrañable y simpático. Lo he leido del tirón, señal de que sabes atraer. Podríamos dcir que se trata de una historia hogareña muy bien contada. Enhorabuena Luz.

    (Por fin puedo entrar en los blogs)

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